domingo, 28 de marzo de 2010


"A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacía el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quién Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo."




Sputnik, mi amor, Haruki Murakami.

martes, 26 de enero de 2010


El código de acceso a su corazón cambia todas las noches. A veces, la concha es dura como una piedra. Por mucho que pruebe mil combinaciones en forma de caricias y palabras de apoyo, apenas consigo quedarme en las puertas de su misterio. Sin embargo, ¡me gusta tanto hacer crujir esa concha! Escuchar ese pequeño ruido que produce al desactivarse, ver los hoyuelos que se marcan en la comisura de sus labios y que parecen decir “¡sopla!”. El sistema de protección volando en dulces pedazos.




La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.


sábado, 9 de enero de 2010


Te lo advierto. Voy arrastrando montones de cosas, a cada cual peor. ¡Es horroroso! Así que no sigas pinchándome, o me echaré a llorar aquí mismo. Y, si empiezo, no pararé en toda la noche. Ahora ya lo sabes. Y yo, cuando lloro, lloro como una posesa, sin importarme quién esté a mi lado.







Tokio blues, Haruki Murakami.

sábado, 19 de diciembre de 2009


Ahora me tengo que ir, que ya sale el enlace a Bangkok, pero sabes qué te digo, que me has caído bien, dentro de 35 días regreso y hago escala aquí, y entonces sí que te contaré una buena historia, una historia de verdad, de esas que no se olvidan.







Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo. Yo me quedo con el segundo, sin duda.

jueves, 19 de noviembre de 2009


Los chicos del viernes hablan de mujeres en voz alta, pero no tienes que creer todo lo que dicen. Todas las chicas tienen el corazón roto. Las carreteras están atascadas durante el fin de semana. Todo el mundo quiere estar lejos de donde ha nacido. Al menos el viernes por la noche. Los bares ya no dan dos por una y en esta ciudad tienes que ganar mucho para poder beber en el centro. Los camareros han enterrados sus sonrisas porque es viernes por la noche y la gente coge todo lo que brilla. Con o sin permiso. Las niñas bonitas siempre son las que están más tristes porque saben que hay más tíos dispuestos a hacerles daño.



Héroes, Ray Loriga. Tremendo, de principio a fin.

lunes, 12 de octubre de 2009



Enamorarse de alguien implica pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo compraría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que esdtaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso? A mí no se me ocurre ninguna otra cosa. Las personas que encuentran dentro de sí mismas la facultad de enamorarse hacen un descubrimiento más importante que los que han ganado el Premio Nobel. Y si no se da cuenta, o si no quiere darse cuenta, el ser humano es mejor que se extinga. Que haya una colisión con un planeta, o algo por el estilo, y que desparezca pronto...




Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama. Excesivo pastelismo.

miércoles, 7 de octubre de 2009


Vi su cara y pensé, mierda, la quiero. ¿Qué haré? Lo mejor que podía hacer era actuar con indiferencia; luego, me encaminé, con ella, al aparcamiento. No hay que dejar que se den cuenta de que te interesan, porque si no, te liquidan. Me incliné, la besé en la mejilla. -Chavala- le dije-, cómo te he echado de menos. -Tengo hambre- dijo ella.



Música de cañerías, Charles Bukowski. Es uno de los libros que más cogen en la biblioteca de mi facultad, no lo digo yo, que lo dice la bibliotecaria y las páginas que tiene descosidas, y en realidad no me extraña. Es genial, Bukowski era un genio. Me ha encantado cada nota de absurda realidad.