
Tampoco se pudo quitar de la cabeza, en aquellos días siguientes, que la había dejado irse sin decir ni preguntar nada al respecto, que dejó que se despidiera con tres besos, para ver luego desde la ventana como el automóvil de madera cruzaba la última catenaria del puente de Brooklyn.
Hacía mucho tiempo que un libro no me enseñaba tanto. Me encantan todas sus historias, pero me quedo sin ninguna duda con Ernesto y con Jota. No puedes no leerlo.
Nocilla Experience, Agustín Fernández Malló